sábado, 5 de diciembre de 2009

Érase una vez: amor que no es amor...

Los días fueron pasando y la tristeza se instaló en su rostro, y cada día crecía y parecía no tener más fin, era una tristeza de culpa, de dolor, de pérdidas y daños.
Intenté descubrir el motivo, todo en vano, él había se cerrado en silencios rotos, donde no pude más entrar.

Había me acostumbrado con sus silencios prolongados, aprendí a respetar esa su parte, sabía que él necesitaba de ese mundo, un mundo sólo de él, donde nadie entraba, siempre me preguntaba: ¿donde iría él en el vagón del pensamiento?
Y en medio del silencio yo lo amaba y amo y cada día percibo que lo amo más y no tengo ojos para seguir sin él.

El tiempo va pasando y yo comienzo a consumirme como una vela, cuando él me mira yo me vuelvo un cordero, pero cuando él no me mira yo no soy nada.

Era veinte de noviembre, él entra en casa, pero no era él quien había entrado, era otro, trastocado, sus ojos rojos, su respiración pesada y difícil.

Entonces él me dijo: mi amor por ti se convirtió en espejismos que me hacen que te vea como quiero yo y en la realidad no es así, por más que yo quiera cambiar no puedo, necesitas olvidarme y acostumbrarte a oír de lejos mi voz. Yo me di cuenta que eres tú la herida que sangraba dentro de mi piel. Lo diento, no soy de madera…

Y así salió de mi vida, tal vez nunca haya entrado, sólo pasado por ella. Y desde ese día, mis sentimientos se han convertido en silencios extremadamente ocupados...

Gildo em: Devaneios meus, parte 1.

No hay comentarios: